Antes de viajar a México, como muchas otras veces antes de viajar a Latinoamérica, no hubo quien, no me dijera que tuviera cuidado. Que en Mexico podrían robarme, secuestrarme incluso hasta matarme, paradójicamente, procedo de un lugar, Euskal Herria, donde con total impunidad, cometen las mismas barbaridades, las cuales hace 30 años, como tantas otras veces nos ha tocado presenciar, le costo la vida al joven vasco Mikel Zabalza. Me hablaban de la presencia masiva de policías, de lo inseguro que era tratar con los mismos, y de la corrupción que, entre sus filas se podía respirar, la verdad, nose si me hablaban de Mexico o de Euskal Herria.
Estando ya en Mexico, empecé a adentrarme en los diferentes ámbitos de vida, pudiendo ver, como, la presencia de gente adinerada, se entremezcla con la pobreza masiva que padece el país. Pude presenciar la sonrisa en la gente pobre de recursos. Con unos ojos llamativos que no pocos visitantes de las más prestigiosas joyerías, desearían poseer, y con una mirada más que majestuosa, al recibir algo, que para cualquier materialista, no representará nada. En Oaxaca y Chiapas, pude visitar lugares magníficos, tuve la oportunidad de conocer gente muy agradable y la grata experiencia de poder ayudar de forma práctica, a Sergio Castro Martinez, un hombre que si bien cuenta con unos cuantos años (nacido en 1941), en los cuales, la gran mayoría de la humanidad, no es capaz de realizar mucho esfuerzo, el se desenvuelve a la perfección, ayudando a los más necesitados. Siendo ingeniero agronomo, maestro y veterinario, trabaja 6 días a la semana, en los cuales, realiza diferentes visitas a las casas y diversos lugares, en donde y sin muchos recursos, cura y motiva a pacientes que si bien por falta de recursos, o por dificultad en la movilidad, la sanidad no los atiende como debieran. Tiempo que compagina, para visitar alguna que otra escuela ó clínica, que decidió, sin ayuda del gobierno mexicano, construir o que en la actualidad aún sigue en proyecto de construcción, y que tras un periodo corto de tiempo de descanso, se dirige diariamente a su "clínica Museo" donde, al mismo tiempo que atiende a diferentes pacientes, da la oportunidad al visitante, de contemplar un lugar, que gracias a la solidaridad de la gente, sigue mejorando, donde el turista, puede conocer de primera mano, las diferentes vestimentas y herramientas, de las diversas culturas que conviven en Chiapas. Y si ya de por si, su labor humanitaria puede parecer impactante, lo es más aún, al conocer, que nada cobra, y nada más que optimismo a la persona pide, ofreciéndoles de vez en cuando ayuda económica, para así, hacer mucho más amena, su periodo de recuperación.
Labor, que si bien como el indica, debiera ser lo más normal, es por desgracia una realidad desconocida por la gran mayoría de la gente, gente que debiera replantearse sus valores o al menos, pensar al respecto.
Estando ya en Mexico, empecé a adentrarme en los diferentes ámbitos de vida, pudiendo ver, como, la presencia de gente adinerada, se entremezcla con la pobreza masiva que padece el país. Pude presenciar la sonrisa en la gente pobre de recursos. Con unos ojos llamativos que no pocos visitantes de las más prestigiosas joyerías, desearían poseer, y con una mirada más que majestuosa, al recibir algo, que para cualquier materialista, no representará nada. En Oaxaca y Chiapas, pude visitar lugares magníficos, tuve la oportunidad de conocer gente muy agradable y la grata experiencia de poder ayudar de forma práctica, a Sergio Castro Martinez, un hombre que si bien cuenta con unos cuantos años (nacido en 1941), en los cuales, la gran mayoría de la humanidad, no es capaz de realizar mucho esfuerzo, el se desenvuelve a la perfección, ayudando a los más necesitados. Siendo ingeniero agronomo, maestro y veterinario, trabaja 6 días a la semana, en los cuales, realiza diferentes visitas a las casas y diversos lugares, en donde y sin muchos recursos, cura y motiva a pacientes que si bien por falta de recursos, o por dificultad en la movilidad, la sanidad no los atiende como debieran. Tiempo que compagina, para visitar alguna que otra escuela ó clínica, que decidió, sin ayuda del gobierno mexicano, construir o que en la actualidad aún sigue en proyecto de construcción, y que tras un periodo corto de tiempo de descanso, se dirige diariamente a su "clínica Museo" donde, al mismo tiempo que atiende a diferentes pacientes, da la oportunidad al visitante, de contemplar un lugar, que gracias a la solidaridad de la gente, sigue mejorando, donde el turista, puede conocer de primera mano, las diferentes vestimentas y herramientas, de las diversas culturas que conviven en Chiapas. Y si ya de por si, su labor humanitaria puede parecer impactante, lo es más aún, al conocer, que nada cobra, y nada más que optimismo a la persona pide, ofreciéndoles de vez en cuando ayuda económica, para así, hacer mucho más amena, su periodo de recuperación.
Labor, que si bien como el indica, debiera ser lo más normal, es por desgracia una realidad desconocida por la gran mayoría de la gente, gente que debiera replantearse sus valores o al menos, pensar al respecto.
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