Vivir lejos de tus familiares, amigos, paisajes y tierra, no es algo
diseñado para todos, ni tampoco es que todos queramos vivir lejos de lo
que en su día nos vio crecer.
He conocido a muchos extranjeros que a las pocas semanas ya decidían regresar a casa, he conocido a muchos otros que llegaron con muchísimas ilusiones, las cuales se tornaron en lamentos.
Bien es sabido que todo lugar es diferente a los demás, y que ningún país sera como el nuestro, que ningún sitio cocinara como nosotros en casa y que ningún plato estará tan bueno como el que hace nuestra madre, padre abuelo o abuela.
Bien es sabido también, que cada país tiene sus cosas maravillosas, las cuales, con tiempo y paciencia, llegas a conocer y seguramente, apreciar. Por ende, as de aprender a no hacer competiciones mentales por ver donde se come/vive... mejor si no ha disfrutar del momento y dejarte llevar por esos detalles que en un futuro, te servirán como llave para superar alguna que otra pesadumbre.
Estando fuera, toda noticia llegada de nuestra tierra se lee con atención, todo saludo por parte de personas que antaño convivían con nosotros, se tornan en alegría, y toda visita (aunque algunos no las lleguemos nunca ha recibir) son bienvenidas y muy apreciadas. Parecen tonterías pero, la distancia genera soledad y la soledad te abre los ojos a las minucias que sin ella, pasarían desapercibidas.
Hace unas semanas, leí en otro artículo, los consejos que una abuela le daba a su nieta, los cuales, me hicieron reflexionar y porque no, quedarmelos para un futuro. En la vida hay tres formas de afrontar las adversidades, una siendo zanahoria, la cual, ante el agua hirviendo, se hace más blanda. Otra siendo Huevo, el cual, ante el mismo agua hirviendo, se hace más duro, y la tercera, siendo café, el cual, se torna en una mezcla de sabores y olores que, no dejan indiferente a nadie. Cada cual ha de elegir a que quiere parecerse.
He conocido a muchos extranjeros que a las pocas semanas ya decidían regresar a casa, he conocido a muchos otros que llegaron con muchísimas ilusiones, las cuales se tornaron en lamentos.
Bien es sabido que todo lugar es diferente a los demás, y que ningún país sera como el nuestro, que ningún sitio cocinara como nosotros en casa y que ningún plato estará tan bueno como el que hace nuestra madre, padre abuelo o abuela.
Bien es sabido también, que cada país tiene sus cosas maravillosas, las cuales, con tiempo y paciencia, llegas a conocer y seguramente, apreciar. Por ende, as de aprender a no hacer competiciones mentales por ver donde se come/vive... mejor si no ha disfrutar del momento y dejarte llevar por esos detalles que en un futuro, te servirán como llave para superar alguna que otra pesadumbre.
Estando fuera, toda noticia llegada de nuestra tierra se lee con atención, todo saludo por parte de personas que antaño convivían con nosotros, se tornan en alegría, y toda visita (aunque algunos no las lleguemos nunca ha recibir) son bienvenidas y muy apreciadas. Parecen tonterías pero, la distancia genera soledad y la soledad te abre los ojos a las minucias que sin ella, pasarían desapercibidas.
Hace unas semanas, leí en otro artículo, los consejos que una abuela le daba a su nieta, los cuales, me hicieron reflexionar y porque no, quedarmelos para un futuro. En la vida hay tres formas de afrontar las adversidades, una siendo zanahoria, la cual, ante el agua hirviendo, se hace más blanda. Otra siendo Huevo, el cual, ante el mismo agua hirviendo, se hace más duro, y la tercera, siendo café, el cual, se torna en una mezcla de sabores y olores que, no dejan indiferente a nadie. Cada cual ha de elegir a que quiere parecerse.