La música suena, el reloj de pared, marca el paso de la tarde, la oscuridad de la calle se apodera del nublado y frio día, el blanco de la nieve, da paso a la penumbra, la soledad, se abre camino.
Hace pocas horas que regrese a esta Europa lejana, hace pocas horas que me subi al avión que me devolvería de vuelta, hace pocas horas que dejó de ser sábado por la mañana en México, para ser domingo por la mañana en Alemania, hace pocas horas que el crugir de las palas contra la suave nieve, me despertó de los sueños, hace pocas horas que la monotonía, pidió ser reina por un día, hace pocas horas...
El reloj de pared suena, la tranquilidad impera en el habitáculo, la música choca de pared en pared, la noche se aproxima lenta, sin pausa.
Llegando al aeropuerto, los rostros de la gente se agolpan tras los escaparates, los precios saltan por los aires, miradas intensas, revelan la cercanía de las navidades, el consumismo se dispara, los perros policía olfatean los regalos, los aviones se retrasan, otros no llegan, algunos pasajeros hacen colas inmensas para embarcar, vacaciones lo llaman, trabajo por negocios pone en el billete, trabajo fué el aguantar a toda la jauría , negocio el pago del documento de ingreso por adelantado, sin validez oficial alguna.
El tic tac del reloj de pared llena la sala, el sofa aguanta el reposar de mi cuerpo, la música de fondo inunda mis oidos, la manta frena el frio de la calle, la soledad se acerca, mi mente camina sin rumbo, o tal vez con rumbo perdido, mis pensamientos se despiertan, hace unas horas que el crujir de las palas contra la suave nieve, me despertó de los sueños...