Me incorporo y emprendo el camino, un camino sin rumbo, de rostros sin sonrisa ni saludo.
Llego a las orillas del rio y me detengo. Las nubes, se divisan en el agua, como buques de carga, llenas de olvido.
Retomo el paso, y sigo mi camino, el ruido que desprende una radio, obstaculiza el poder degustar, el cantar de los pajaros que tan mal, son por muchos, recibidos.
La gente se acumula en las campas, ajenos a mi presencia, gritan y enloquecen al tomar el vino que da paso a la Primavera y deja al triste y fugaz invierno, en el olvido.
Como si el invierno fuese, me encuentro en un lugar, ignorado, notando las ganas de la gente, el llegar de alguien no tan frio ni tan callado.
Levanto la mirada, y obserso esas nubes por muchos tan odiadad. Noto la angustia en la gente, la radio apagarse, las botellas de vino vaciarse. Veo a la gente partir, maldiciendo la llegada de esas gotas tan descaradas.
Noto mi sonrisa, como se alarga, aveces la belleza es peligrosa, aveces te hace sentirte bien, pero luego te moja.
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