Tarde de Viernes, un perro ladra y la lluvia no cesa, lleva horas sin dar tregua. De fondo se escucha el reloj de cuerda, aún me acuerdo, cuando hace años lo instalé por primera vez y no pensaba que me acostumbraría al tic tac de su péndulo. Recorro la habitación y me paro a observar la infinidad de recuerdos que llenan los espacios, recuerdos de unos momentos ya pasados y que en su día me sacaron alguna que otra sonrisa. De fondo, el sonido de la lluvia.
Parece que fuera ayer, cuando llegué por primera vez a esta casa y fui colocando cada mueble y objeto en sus respectivos lugares. Me hubiera gustado tenerte aquí y que me ayudaras con el decorado, por de pronto, toca esperar a que llegues, tarde o temprano, me darás una sorpresa.
La lluvia no cesa, aún recuerdo aquellas noches, donde la música del concierto inundaba el ambiente y la lluvia limpiaba las calles, recuerdo cómo solíamos bailar al son de la música, sin importar el resfriado que al día siguiente, nuestro cuerpo pudiera padecer. Calzado mojado y los bajos de los pantalones empapados... donde quedará esa felicidad, esas sonrisas húmedas.
Las horas van pasando y tal vez me sumerja nuevamente en una película, antes de sucumbir al sueño y dejarme transportar a ese mundo en el cual me solías observar... sigues haciéndolo?
Hace un rato terminé de ver la película de Steven Seagal, Hombre bueno. Creo que no la tenía vista. Es un actor que me gusta, me hace recordar los momentos en los cuales mis pies se movían por un Tatami. Parece que fuera ayer cuando mis pies descalzos proyectaban a mi contrincante hacia el piso, parece que fuera ayer, cuando mi cuerpo golpeaba el suelo acolchado y tocaba ponerse nuevamente de pie, para seguir avanzando.
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