Marea de gente se abalanza sobre el crudo asfalto que recreando el desierto árido jamas visto, recorren los rincones de la ciudad, ciegos, sordos y sin otro propósito que llegar a un destino codificado, para, una vez llegar, avanzar nuevamente sin tener tiempo a observar, por miedo a no poder ver lo que la siguiente parada pudiera ofrecerles, para al llegar, marchar sin apenas sentarse y contemplar. Hay veces, en las que en el camino a nuestro destino propuesto, no deparamos, o no queremos deparar, en aspectos que tal vez, sean más apropiados de conocer, que los que queremos identificar al final de nuestro recorrido. Salimos a la calle y pocas veces al regresar a casa, tenemos la oportunidad de recordar algo bueno, agradable, interesante o simplemente, no stressante, que a lo largo del día, nos pudo haber sucedido. Raramente nos paramos a disfrutar de la música con la cual algún artista nos intenta cautivar, raramente le dedicamos tiempo a observar las diferentes siluetas en las cuales las nubes se convierten, raramente y por falta de tiempo, optamos por seguir con la mirada el avanzar de la hoja, que caída del árbol, recorre como barca ,las dulces aguas de Sicilia.
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